top of page
Foto del escritorvertigograffiti .

Aunque sea poco tiempo

Somos tipos comunes y corrientes. Y es probable que por eso la amistad nos haya durado tanto. Nada de aspirantes a estrellas. Tipos con miedos pretéritos, certezas a medias y pasiones domadas. Gente con fracasos y victorias sobre la piel que poco les interesa enseñar a vivir a otros. Personas con la suerte de haber encontrado el amor en mujeres tan pacientes como estrictas. Vigilantes y esperanzadas. Familias bonitas que aspiran a la tranquilidad como bien supremo y único; la recompensa de cierta madurez. Los he venido ganando —porque la verdadera amistad es eso, una ganancia— a lo largo del tiempo. Desde el colegio, luego en la universidad y en mis cortos años de abogado. Al que menos conozco lo conozco hace 18 años; al que más hace 34. Hace unos días me senté con mi viejo a comer una ensalada de frutas. El sol de diciembre brillaba reluciente y mi padre agarraba a mi hija de la mano mientras caminábamos a la vera de una avenida inmensa. Se encontró por casualidad a la esposa de un amigo de tiempo atrás que le hizo algún reproche por no haberlos tenido en cuenta para la despedida de mis dos tíos que ya no están. Le afectó verla, lo sé. Yo no la conocía, pero me contó quién era. Algo había oído de su esposo, ese amigo de mi papá y de su vida. Por alguna razón recordé a otro de ellos y le pregunté por él. Por su apodo lo llamé, nunca supe su nombre de pila. Se murió de Covid, me respondió con la tristeza seca que dejó esa pandemia en millones de personas. Con los míos nos vemos poco, muy poco, y por eso siempre nos hacemos la misma promesa bienintencionada: vernos más. Cada vez lo veo más lejano e improbable. Desde luego no es por falta de interés, sino por la irrevocable realidad que suponen las vidas esforzadas y los afanes crecidos. Los trabajos, los hijos, las angustias y la interminable lista de etcéteras. Pero en esas pocas oportunidades en las que nos reunimos —cuando algo importante se celebra y las excusas se quedan sin patas— volvemos a ser los mismos contando las mismas historias de siempre: esa sustancia adhesiva que une infaliblemente a los grupos de amigos. La máquina del tiempo que es la anécdota sobreviviente. El episodio congelado que muta y se muda cada vez que se cuenta de nuevo. El truco fantástico de la memoria. Aunque me equivocaría si afirmara que todo sigue igual. No. Nada se ha estancado. Ahora me sorprende la llegada de conversaciones difíciles. Ahora que todos tenemos más de cuarenta y menos de cincuenta. Temas que no quisimos que llegaran pero que iban a llegar. El duelo por la perdida de algunos papás y mamás o la aceptación de mala gana por su vejez: el dolor intermitente que causan sus silencios cada vez más espaciados. O la enfermedad, los exámenes médicos, las dietas y restricciones que ahora cada quien observa como le parece bien. O los colegios de los hijos y las hijas: los riesgos de la crianza y del mundo que inútilmente tratamos de evitarles. Anoche cuando llegué a la casa después de ver a mis amigos recibí un paquete acolchado y difícil de abrir; tenía una pelusa extraña que protegía el contenido. Las nuevas gafas. Me miré al espejo y vi todo con uno o dos puntos de mayor claridad. Ese que giraba la cara para un lado y otro, que levantaba el mentón y se peinaba las canas de las sienes ante el espejo acababa de ser dichoso. La vida en su absoluta generosidad le había permitido otra vez verlos a ellos. Reírse con ellos. De nuevo alguien más —como todas las veces— lo acusaba de inventar el pasado. No me importa, es mi licencia culpable. Mirar al ayer con el encanto de la exageración. Recordar las épocas en que sabíamos menos de vivir, pero que supimos andar juntos a tientas. Y aunque sea poco tiempo el que nos entregamos ahora, todos esos años y décadas de proximidad nos cobijan como un caparazón encorvado y rugoso. Un hogar a cuestas hecho de complicidad, acontecimientos y azares. Ese todo que es la amistad: esa juventud irresponsable y eterna, esa vida que partió para permitirnos ser eso que somos. Esos que desde hace años se extrañan tanto.     

Feliz navidad a mis amigos.



1 visualización0 comentarios

Entradas recientes

Ver todo

La gripa

bottom of page