@CamiloFidel
Con frecuencia pienso en los días que pasé en La Habana. No son recuerdos esquivos o borrosos. Mi memoria está intacta. Lo sorprendente es sentir que aquel que vivió esos días era otro muy distinto al que hoy vive mi vida. Casi un antagonista. Un extraño que se abría paso sin fijarse en lo que encontraba a su alrededor. Una forma de libertad (e irresponsabilidad) propia de alguien que ha prescindido de un rumbo definido. No sabía nada; y esa inquietud era fascinante. En Cuba, se vive día a día. Los estragos de una revolución corrupta causaron un daño inmenso en la capacidad de los isleños de concebir un proyecto de vida. Existir se convirtió en “resolver”: la llamativa expresión local que encapsula desde conseguir carne o aceite hasta el embarcarse en cualquier objeto flotante para largarse de una vez por todas. Para mí, un turista más, ese sentimiento de precaria inmediatez era sumamente liberador. Supe contagiarme de él hasta el ahogo. El mañana era un rumor incierto. Cuba, sin falta, te romperá el corazón.
Cuba y yo, circa 2015
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