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Foto del escritorCamilo Fidel López

¿Racista yo?

Actualizado: 11 abr 2023


Hoy me levanté y vi la noticia en Twitter. La mujer que había sido grabada en video profiriendo insultos racistas contra la vicepresidente de Colombia Francia Márquez aceptaba su responsabilidad en el proceso que adelanta la justicia. Fueron tan graves y ofensivas sus palabras que prefiero no reiterarlas en este espacio. Sin duda, es alentador saber que los delitos imputados no quedaran impunes y que, de paso, se fije un precedente para que quien quiera cometer atropellos de esa naturaleza se lo piense dos veces. No obstante, la popularidad de la noticia y los hechos, también suponen un riesgo: reducir el racismo a faltas así de graves y desconsideradas.

Hace poco oí en el podcast “Speaking of Physcology”,en el episodio llamado “Entendiendo tus inclinaciones racistas”, que hoy en día se debe prestar especial atención a otras formas de racismo que no son tan evidentes o flagrantes como los que ocurrían con frecuencia en el pasado (y que tristemente aun siguen presentándose). Lo anterior, por la percepción común de que no sé es racista o se cometen actos de racismo por no repetir estas conductas aberrantes e inhumanas. Sostenía el experto consultado que muchas veces se ejerce un racismo inconsciente que incluye la puesta en marcha involuntaria de prejuicios que pueden determinar nuestras decisiones y opiniones, como por ejemplo, en un proceso de selección laboral. Lo anterior debido a que que con el tiempo hemos acumulado preceptos y concepciones que -así no queramos o estemos de acuerdo- nos hacen asociar la “raza” de las personas con circunstancias negativas y reprochables.


De hecho, así lo establecieron varios experimentos denominados Tests de Asociación Implícita, (TAI) realizados desde 1998, en el que personas eran sometidas a ejercicios de libre asociación de palabras y en los que se hallaron inclinaciones inconscientes y sutiles que revelaban no solo el racismo sino también el machismo de muchos de los participantes. Lo curioso, tal y como se lee en el libro Inteligencia Intuitiva, del sociólogo Malcom Gladwell, es la presencia, en los experimentos, de una pugna mental veloz entre lo que creemos pensar y en lo que concebimos desde un plano inconsciente. Las personas se demoraban más en responder y descartar una asociación negativa, como por ejemplo afroamericano-malo que en aceptar una asociación como europeo y glorioso.

Lo anterior me lleva a pensar que la lucha contra el racismo empieza por una juiciosa observación individual y colectiva sobre lo que no vemos o creemos superado. Basta hurgar un poco en nuestro repertorio de generalizaciones para darnos cuenta de la presencia de todas esas inclinaciones perjudiciales que a la larga pueden traducirse en atropellos, violencia y xenofobia. Una generalización que avanza con despiadada velocidad son los prejuicios contra la población venezolana que llegó al país hace unos años; la oigo cada vez con más frecuencia.

Suficiente sería dejar de alimentar nuestro imaginarios con palabras como “todos", “siempre" y “nunca”; expresiones que dotan de una argumentación falaz muchas opiniones, en especial a la hora de referirnos a personas de otras razas u orígenes étnicos. Aunque cada vez pareciera que las palabras no tienen importancia y que lo que se dice no tiene consecuencias -sobre todo en las cavernas hostiles de las redes sociales- sería oportuno preguntarse en qué medida las generalizaciones que usamos o que nos rodean, puedan estar construyendo una maquinaria silenciosa que nos convierte, en muchos sentidos, en parte del problema.

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